Hormigón pasado por agua: El Salto

Los que llegaron tarde se quedaron de pie al fondo y sin salir en la foto

Eran las 9 de la mañana. Mientras el frontón de la vecina Mendívil aún olía a kalimotxo y restos de tabaco, el nuestro desprendía el aroma del «Hormigón pasado por agua». Brotes de tiempos pasados, no porque si siempre mejores. Pero que narrados por nuestro generoso, en voz y alma, vecino Aimar Esain, nos supieron dulces y salados como los mejores platos. Era su trabajo de fin de grado, reminiscencias de un proyecto ambicioso y fallido en cada uno de sus intentos, que defendió con nota ante el tribunal más exigente, Pueblo y familia, si no es lo mismo.

Se habló de ayuntamientos, quincenas y pequeños imperialismos. Al pez pequeño nunca le entrará el pez grande en su barriga. Aunque, si se prepara una buena despensa y bien troceadico…?; de militares y demases jugando con su fusil, y como siempre, pagando el pueblo su tiro por la culata; y demás historias y cuenticos locales. Un placer dominical. Gracias Aimar!!

Después, cargamos las zapatillas al generoso sol fotovoltaico del camino a la sierra, y cuando las campanas dieron las 10, zarpamos a salto mata, escabulléndonos entre bojes y carrascos, y ya de paso, esquivando garrapatas de todos los tamaños, grandes y pequeñas, alguna calzaba fácil un 42 de pie o más!

Así, zancada a zancada, llegamos a la fuente inspiradora de nuestra comunidad energética, Errotaldea. Y allí, in-situ, Aimar nos fue señalando cada ruina encofrada de los intentos fallidos de la presa.

Para terminar, nos fuimos a recuperar fuerzas a la sociedad, al calor de un buen fueguico. Y ya que estaba hecho, y como no hay mejor modelo de transición energética que calzarse una buena mariscada de cuto, degustamos moderadamente unas panceticas, txistorricas y morcillas, a cuenta de nuestras amigas Arantxa y Miguel.

Un día estupendoo!!


 

Quincena: la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930),  previa disolución de todos los ayuntamientos legalmente constituidos, promulgó una reforma de la Administración Municipal a nivel de todo el Estado, el Estatuto Municipal de 1924, a la que Navarra se sometió aparentando preservar sus fueros con el Reglamento para la Administración Municipal de Navarra de 3 de febrero de 1928, que entre otras cosas trasladaba al ámbito navarro las Juntas de Oncena, Quincena y Veintena (según tamaño del municipio) formadas por los 11, 15 o 20 mayores contribuyentes del municipio. Es decir, daba carta de naturaleza en el gobierno municipal al caciquismo de aldea.


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